Los lunes solía visitar a su psiquiatra. Los martes llevaba su traje de gala a la modista de la vuelta de su casa y a su gallo a la peluquería. Los miércoles nuevamente visitaba al psiquiatra; ser hada madrina no era tarea simple. Los jueves ponía a punto su varita mágica y concurría a las reuniones organizadas por la Asociación de Hadas Unidas (AHU!!). Los viernes y sábados eran los dos días con más actividad. Y, por último, los domingos descansaba.
En una de sus participaciones en los congresos y encuentros del AHU!! conoció a un hada no tan bella ni tan astuta como el resto. Es por ello que consideró esta característica como una buena oportunidad para comenzar a relacionarse con el mundo que la rodeaba y decidió ser su "ami-hada" y de a poco adquirir aliadas que la apoyen para las próximas elecciones de la Compañera del Mes.
Una noche, luego de una reunión las "ami-hadas" fueron a tomar unos aperitivos a un restaurante, pero esos pequeños tragos se transformaron en una noche larga de alcohol y excesos. El hada y su amiga salieron a recorrer la ciudad llena de luces, autos y gente. Entre tanta exaltación las hadas comenzaron a divertirse y a juguetear con sus varitas mágicas cuando sin imaginarlo una de esas maniobras provocó un fuerte accidente de tránsito entre un ómnibus y un taxi en el cual viajaba una mujer con sus tres niños. Un hombre que fue testigo corrió hasta una comisaría lindera a buscar ayuda. Momentos después llegaron ambulancias del cuartel de bomberos y varios patrulleros con sus sirenas sonando efusivamente.
Sin embargo, las hadas no eran consientes de lo que había pasado y se fueron abrazadas riendo, mientras la mujer que se encontraba en el taxi era trasladada velozmente por dos camilleros hasta una de las salas de la cruz roja.
Estos acontecimientos produjeron un revuelo en el mundo perfecto de las hadas. Por todos estos desmanes la Asociación de Hadas Unidas, en fallo unánime determinó sacarle los poderes, su varita y su gallo a la acusada por el cargo de “desorden en la vía pública” y “abandono de persona”. Como por arte de magia, su “compañera de copas” se dio a la fuga y entre preguntas supo que ella era un hada negra, una mala influencia.
Una vez en la calle, lejos de ese mundo de fantasía, la ex hada volvió a ser una persona común y desempleada. Ella debía salir en busca de algún trabajo que le permitiera sobrevivir. Comenzó a trabajar en el envío a domicilio de un supermercado chino, luego en un acilo de ancianos y finalmente, por intermedio de un ex novio senegalés, consiguió un “paraguas” para vender joyas en la puerta del metro. Pero nada de eso le resultó. Indefectiblemente cayó en la prostitución.
En una de sus primeras “noches de trabajo” uno de sus clientes le solicitó que le cumpliera una fantasía que consistía en que él disfrazara de príncipe y ella de bella durmiente. El cliente había reservado en un hotel alojamiento una habitación temática ambientada como un castillo medieval.
Esto generó muchos recuerdos en la ex hada. Pero en medio de sus añoranzas, ingresó al hotel la división antinarcóticos de la policía y se llevó detenido a su cliente por ser unos de los cabecillas del cártel mexicano de Sinaloa. Chachi fue trasladada junto con su cliente a la dependencia N°1 de La Matanza para averiguar algún tipo de vinculación con el narcotráfico. En medio de las risas y comentarios de algunos ladrones, los oficiales de turno les tomaron declaración a ambos con sus respectivos disfraces puestos. A nuestra hada le quedaba una mancha negra para el resto de su vida, que ya no era tan larga sin sus poderes.
Como era de esperar, el mexicano Alfredo “bigote” Campos repartió unos billetes en la comisaría para que lo liberaran junto con su prestadora de servicios. La ex hada agradecida por su liberación pero un poco enojada por su aprisionamiento lo saludó amistosamente, al fin y al cabo era un cliente.
Sin embrago, el obstinado Alfredo volvió a la misma esquina en busca de su bella durmiente para poder terminar lo que había empezado aquel día. Pero Chachi ya no estaba sola, la escoltaba su amiga el hada negra quien se sumo a la dramatización como “la bruja” del cuento, siempre disfraces mediante.
Luego del acalorado encuentro todos quedaron tan felices que el narcotraficante invitó a ambas a su México natal y les puso una pequeña una agencia de remises y hasta les compró un gato. Ya no había más vallas para esta particular hada. En la vida siempre hay matices entre el blanco y el negro...
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